América Latina pasa por una época de inestabilidad política. El retorno a los regímenes antidemocráticos es una amenaza que toma fuerza cada día. Nicolás Maduro en Venezuela es el caso más evidente, pero Jair Bolsonaro quien no oculta sus posiciones excluyentes o Evo Morales, quien insiste en mantenerse en el poder o, incluso, el Álvaro Uribe Vélez en Colombia, quien desde su posición como presidente o como Senador no abandona el control, son ejemplos de las dificultades que aún tiene la región para alcanzar mejores estándares de calidad democrática.
Durante el siglo XX ya se realizaron estudios en los que se analizó la democracia, en relación con el sistema económico, o más concretamente, con el nivel de riqueza de un país representado en el PIB. Para el siglo XXI, sin embargo, no se encontraron estudios en los que se insistiera en la necesidad de hallar las relaciones entre la economía y la política.
Sin embargo, hay que reconocer que el ejercicio también se ha hecho más complejo, porque ya se sabe que un régimen democrático no depende sólo del número de elecciones o del índice de abstención. Ahora se sabe que la historia, la cultura y las condiciones de vida afectan los sistemas políticos. Para América Latina se cuenta con un índice que consigue medir aspectos como la libertad de decisión, la calidad de las instituciones, entre otros.
Del otro lado, el PIB como factor para medir la calidad del régimen económico de un país también resulta ahora muy limitado. Es evidente, en el siglo XXI, que el desarrollo económico es un concepto complejo que depende no sólo de factores materiales, sino incluso de percepciones de vida. Por eso, este trabajo repite el ejercicio que realizaron Lipset y Prezerowski, en el sentido de cruzar el desarrollo económico y la democracia en América latina durante el siglo XXI, pero, esta vez, con índices más complejos en los que se consigue unificar varios datos y, por tanto, hacer más completo el análisis.
Se decidió tomar el camino del análisis cuantitativo, pues conocer las particularidades de cada país de manera precisa resultaba imposible para los objetivos de este estudio. Se tomaron 18 países de América Latina entre los años 2002-2016 que cuentan con el índice IDD-lat. Las conclusiones confirman la necesidad de tener un régimen económico estable e íntegro que tenga en cuenta todas las dimensiones de la vida humana. La democracia, se comprueba acá, es un sistema que sólo sobrevive si las condiciones sociales y de dignidad humana son respetas a la par del alcance de mejores índices financieros.
A partir de este estudio se puede entrar a analizar casos extremos como Chile y
Uruguay, que resultaron los dos con los más altos índices en los diferentes aspectos analizados y Venezuela, Guatemala y Nicaragua que, en general, son los más rezagados del continente. Este trabajo resulta útil a la hora de pensar en políticas públicas, pues es evidente que aquellas que tengan en cuenta aspectos más integrales de la vida humana tendrán mayor incidencia sobre el sistema político, según lo que se puede comprobar aquí.
1.Analizar las relaciones entre PIB per cápita, pobreza, inequidades y los indicadores de la democracia formal: elecciones libres, sufragio universal y participación plena.
2. Comparar los indicadores de acceso a la educación y respeto de los derechos políticos y libertades civiles: voto de adhesión política, índice de derechos políticos, índice de libertades civiles, género en el gobierno, condiciones de libertades civiles.
3. Establecer las relaciones entre pobreza y desigualdad, y la calidad institucional y la eficiencia política: percepción de la corrupción y pluralidad participativa en el gobierno.
4. Identificar los factores económicos que se necesitan para conseguir una democracia sólida.